sábado, 14 de mayo de 2011

El español es Cabezudo

Paso por la Gran Vía de Zaragoza, donde se está construyendo el tranvía. La primera fase ya se ha terminado, la segunda empezará pronto y debe discurrir por el corazón de la ciudad. Es lógico, pienso yo, que lo haga. Se trata de un transporte público que debe aproximar al peatón al mismísimo centro y, de paso, echar del mismo todo el tráfico rodado posible. Dos señoras, sin embargo, de alrededor de setenta años, que tertuliaban junto a mí, al parar en un semáforo, se mostraban escandalizadas del trayecto. "Fíjate, pasa por el Coso y por César Augusto (troncos principales del casco). Es un escándalo". "Señoras (pensé para mis adentros), para qué quieren pasear con el coche por el Casco de la ciudad? ¿A qué viene esa manía que tenemos los conductores de querer llegar hasta la butaca del cine, hasta el mostrador de la panadería, hasta la banqueta del bar a bordo de nuestro coche? Y además, a su edad ¿cómo pueden quejarse de que haya un vehículo como el tranvía, moderno, cómodo y silencioso, que les aproxime al epicentro de la urbe en un santiamén?".
El español es Cabezudo. Se centra en los esteriotipos, renuncia a la imaginación. La mayoría de nosotros tiende a pensar que lo que hay siempre será mejor que lo que está por venir. Cuando se nos ponen soluciones delante, siempre parecen malas. "Es imposible que este problema tenga una salida. Primero porque todo el mundo me dice que no lo tiene. Y además porque yo mismo pienso que es así, con cual no hay más que hablar". En muchas ocasiones, ni cuando se resuelve el preocupante asunto que a cada uno nos ocupa sabemos reconocer que no era tan difícil desentrañar el jeroglífico.
En las finanzas personales pasa algo similar. Ahora se acusa a ZP, como si fuera un muñeco de pin pan pun, de todos los males del país. Indudablemente su responsabilidad tiene. Igual que la tienen todos los Gobiernos que dirigen el resto de los países del mundo, a quienes (independientemente de su color e ideología) los ciudadanos les achacan acabar con la economía. Es fácil tener ese monigote, ese personaje al que azuzar cuando nuestras finanzas van mal, cuando nos hemos sobreendeudado, cuando habiendo tiempo de bonanza no hemos sido capaces de ahorrar, cuando no hemos invertido en mejorar nuestros negocios o en fortalecerlos o simplemente los hemos mantenido con máscara de oxígeno con la esperanza de que sobrevivieran (sin ser capaces de tomar la decisión de acudir a la eutanasia), cuando hemos especulado con el ladrillo porque se ganaba un dinero fácil, y hemos acumulado hipotecas subprime y pisitos en la playa que ahora nadie quiere. Antes los compraba el pobre inmigrante, a quien se los vendíamos a precio de oro. Ahora la culpa es de ellos por haber venido a copar el mercado laboral.
Al margen de que, tras tantos años de crisis, todavía no he oído a nadie que entone el mea culpa (es más, muchos piensan que sus pisos volverán a valer un potosí), la gente no acaba de reconocer que si no ordenan sus finanzas, si no sanean sus negocios, si no venden o malvenden, da igual quien gobierne.
Hace poco me decía un cliente al que iban a subastar su piso por ejecución hipotecaria "Voy a perder el piso, ayúdame". A eso le respondí "Tu piso vale 140.000 euros, las deudas que recaen sobre él son más de 300.000. No tienes piso, tienes deuda. Tendrías un piso si fuera de tu propiedad y no tuviera cargas. Deja que se lo lleven".

En fin, que es hora de dejar de ser Cabezudos y reflexionar realmente qué hemos hecho mal cada uno de nosotros.  Se puede empezar por comprar un cerdito de barro. En la droga Alfonso hay varios modelos. Pronto podrás llegar con el tranvía de un modo rápido, económico, ecológico, silencioso y sobre todo cómodo.

martes, 10 de mayo de 2011

Y la avestruz escondió su cabecita

Muchas cosas y muy distintas he experimentado en mi vida. Pero nunca dejará de sorprenderme todo aquello que día a día me encuentro en el pozo sin fondo de las finanzas. O quizá debería decir pozo sin fondos. Algo que llama poderosamente mi atención es ver cómo personas y familias con amplia experiencia en los negocios o en su profesión, que han disfrutado de una situación económica holgada, se dejan engañar por mequetrefes que dicen llamarse Agentes Financieros y que no son más que ladillas. Pequeños delincuentes que dilapidan el crédito de los clientes y de una profesión, la mía, apasionante. Tengo claro que, quien ha vivido en la abundancia y se ve abocado a la ruina o al desastre económico, necesita creer en algo o en alguien. No culparé por tanto a los timados de querer agarrarse a un clavo ardiendo. Sí es reprochable que, sabiendo que no hay solución para su situación o no al menos la que se le está ofreciendo, existan financieras que ofrezcan sus servicios a cambio de imposibles y, por supuesto, de unos buenos euros por adelantado que pagan por unos días de esperanza añadidos.
Narraré aquí algunos de los trucos que hemos visto realizar a los magos de la "competencia", sin nombres, por supuesto. Pero espero que a quien esto lea, si algún día se encuentra con algo similar, le sirva de advertencia:
- Refinanciación: Una comercial ofrecía refinanciación a aquellos que poseyeran una vivienda. Nos lo contó un cliente que necesitaba dinero urgente. Le prevenimos de que sin estudio económico y con las cargas como las tenía sobre el piso, era raro que se la dieran. Mucho más cuando tenía que ingresar 1.000 euros por adelantado para la tasación del mismo. La tasación ¿por parte de quién? le preguntamos. Daba igual. Después resulta que simplemente tenía que ingresar el dinero, aunque no se realizaría la tasación. Entonces ¿para qué ingresarlo?. Por lo visto varios incautos, sedientos de dinero fácil, aceptaron y se les citó a todos una mañana en notaría, para firmar todas las operaciones conjuntamente. El lugar, según nos dijeron, era Valladolid. Sonaba a película de misterio. Ya se acercaba la fecha señalada, nos dijo nuestro ex-cliente, atraido por las fuerzas del mal. Yo sabía que se había pasado al lado oscuro. Quise hacerle una llamada pasado el día para ver cómo había ido. Pues mire usted, no muy bien. Resulta que el apoderado de la financiera que prestaba el dinero, de camino al notario, sufrió un jamacuco y le pusieron un catéter. Qué mala suerte. Se puso fecha para un nuevo intento. Esta vez tampoco se pudo firmar. La secretaria de la empresa perdió a su madre ese día. Secretaria que luego dijeron que era socia. Todo daba igual, la cosa es que habiendo muerto un pariente cercano de alguien de la financiera, lo recomendable era suspender esas firmas preparadas en el notario de Valladolid. La historia es tan escandalosamente irracional que parece imposible, pero ocurrió y nosotros lo seguimos de primera mano. Alguien en cuya cuenta se ingresaron miles de euros tomó el pelo a muchas personas, y lo que es peor, impidió que otros profesionales hicieran correctamente su trabajo.
- Los bancos extranjeros: Los tenemos italianos, recuerdo un cliente (con una situación financiera desastrosa) convencido de que un banco italiano le iba a dar un préstamo personal sin garantía hipotecaria de 150.000 euros Otro que pagó a una conocidísima empresa (qué vergüenza) 1.500 euros para la traducción de los documentos de un banco inglés que le iba a ofrecer financiación, e incluso uno que nos trajo unos folios de lo que se suponía un banco indio interesado en financiarle. También tenemos el banco suizo. Este fue más allá, porque el comercial que le prometió el oro y el moro a su cliente, le hizo firmar un seguro de vida con una aseguradora española (¿para qué? ¿sin tener la hipoteca?) y una tasación (que no era tal, porque no fue tasador alguno) para poder recibir un préstamo que jamás se formalizó. El coste de la broma: más de 6.000 euros.
Hay más, pero por hoy ya basta. Espero que quien siga mi blog pase un rato ameno. Y sobre todo que podamos aprender juntos y compartir experiencias. Y ¿por qué el título de esta entrada? me diréis. Sencillo: habitualmente, como en posteriores post veremos, el cliente tiende a esconder la cabeza hasta que es demasiado tarde o ha perdido hasta la camisa. Es fundamental salir al exterior y buscar ayuda. Pero cuando se hace, hay que abrir bien los ojos. Si no lo haces, te los pueden sacar.